sábado, 30 de noviembre de 2013

El mejor vídeo de la Revolución Siria ¡¡Una lección para el mundo!!




¡Nunca habiamos visto unas manifestaciones llenas de arte, de canciones que cantan los jóvenes con sus tristes voces...Este es el mensaje que quieren mandar los jóvenes de Siria. Nos dicen que no son conspiradores, ni salafistas...son jóvenes que quieren vivir con dignidad, con justicia... Ya han sufrido una dictadura y represión de más de 42 años. Desde Madrid apoyamos al pueblo sirio en su Revolución.
¡Aunque estemos lejos nuestros corazones están con vosotros! ¡Pronto conseguiremos la libertad para nuestra querida Siria!

Un llamado a la solidaridad con el pueblo palestino

BRASIL
Escrito por Soraya Misleh   
Miércoles 27 de Noviembre de 2013
El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), presidida por el brasileño Oswaldo Aranha, recomendó la división de Palestina en un estado judío y uno árabe, sin consultar a los habitantes del lugar. Esa acción dio las bases para que el movimiento sionista –que pretendía la creación de un estado exclusivamente judío en tierras palestinas– pusiese en marcha un plan deliberado de limpieza étnica.


Iniciado doce días después de la recomendación de la ONU, culminó, según escribe el historiador israelí Ilan Pappé, con la expulsión de 800.000 palestinos de sus tierras y propiedades, y con la destrucción de 531 aldeas.

En 1977, las Naciones Unidas instituirían el 29 de noviembre como el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino. Desde entonces, anualmente, se realizan en esa fecha, en todo el mundo, actividades para recordar la catástrofe (en árabe nakba) que se abatió sobre los palestinos y denunciar que esa población aún espera por justicia, 66 años después. Actualmente, hay –según la Agencia de las Naciones Unidas para Asistencia a los Refugiados Palestinos (UNRWA)– cinco millones de refugiados en campos en un radio de 150 km de distancia de los territorios palestinos.

Esa población –y otros millares dispersos por el mundo– hasta hoy aguarda y lucha por retornar a sus tierras y propiedades –derecho asegurado por la propia ONU en su Resolución 194 del 11 de diciembre de 1948 y reiterado centenas de veces desde entonces. Las negociaciones, intermediadas por los Estados Unidos, entre representantes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) e Israel nunca garantizaron el cumplimiento de ese derecho legítimo. Por el contrario, son demostraciones claras de que la paz no pasa de retórica. Jamás se presentó una propuesta justa en la mesa de negociaciones.

Oslo y Said
 
Este 2013 se cumplen 20 años de los Acuerdos de Oslo, que algunos palestinos denominan “nueva nakba”. De hecho, no hay nada para conmemorar. En estas dos décadas, según datos divulgados por la Organización de Derechos Humanos, se sumaron otros 7.000 muertos palestinos, 12.000 casas destruidas y 250.000 asentamientos ilegales construidos por Israel en territorio ocupado militarmente por este Estado. Se intensificó la fragmentación de la sociedad palestina y la desmovilización. Y, desde entonces, Israel basó su economía, sobre todo, en el desarrollo y exportación de tecnologías militares.
En los últimos años, Brasil se tornó la puerta de entrada para la industria armamentista israelí, ampliando los acuerdos militares con la potencia que ocupa Palestina. En el momento en que se reabren las negociaciones, con la amenaza de un nuevo “Oslo”, urge fortalecer en el país la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) a Israel, con el modelo de lo que fue hecho para derribar el apartheid en África del Sur, en los años de 1990.
También este año, se cumplen diez años de la muerte del intelectual palestino Edward Said. Es el momento de homenajear a una de las voces que dedicaron la vida a divulgar la causa palestina, denunciar el pensamiento orientalista –que inventa el código binario basado en el “Oriente” formado por bárbaros y atrasados, en contraposición al “Occidente” civilizado–, así como la tragedia que representó Oslo y el servilismo de los líderes palestinos.

Este 29 de noviembre, el recuerdo de una de sus célebres frases es más que oportuna: “Si uno de nosotros fuera eliminado, otros diez deben venir en su lugar. Esa es la marca genuina de nuestra lucha, y ni la censura ni la simple complicidad cobarde han de apagarla”. Un saludo a la heroica resistencia palestina y un llamado en esta fecha a la comunidad internacional por solidaridad.

Limpieza étnica
 
Ambos llamados son urgentes, frente a la continua limpieza étnica y el apartheid a que están sometidos los palestinos. Así como ocurrió en 1948, existe hoy la amenaza de nuevas expulsiones, esta vez de cerca de 50.000 beduinos palestinos del Naqab (Negev), región al sur de Palestina que en la división de la ONU fue destinada a la constitución del estado judío. Israel todavía no reconoce 35 villas en las que vive esa población, así como no provee ningún servicio básico a esos habitantes y, como consecuencia, 60% de ellos se encuentra por debajo de la línea de pobreza. La pretensión es demoler esas villas, para que den lugar a la especulación inmobiliaria y la colonización de tierras palestinas, con la construcción de nuevos asentamientos o instalaciones militares.

La consolidación de ese proyecto es lo que prevé el Plan Prawer. Aprobado en primera instancia el 24 de junio pasado en el parlamento israelí (Knesset), para ser implementado precisa pasar todavía por dos secciones más. La juventud palestina ha convocado a manifestaciones contra esa ofensiva. Así, realizó grandes protestas el 15 de julio y el 1 de agosto, en toda la Palestina histórica –en las que hubo una dura represión y varias prisiones–, y a las cuales se sumaron ciudadanos de destinos en otros 12 países, incluso en San Pablo, Brasil. Aquí [en San Pablo], el acto fue convocado por el Frente de Defensa del Pueblo Palestino y en él se repartieron a la población 2.000 panfletos explicativos. El punto más alto de la movilización fue su cruce con otra protesta que ocurría por la desaparición del albañil que vivía en la favela de la Rocinha, Amarildo de Souza. Su cuerpo está desaparecido desde el 14 de julio, fecha en la que fue detenido y conducido para interrogatorio y tortura en la llamada Unidad de Policía Pacificadora (UPP), en el lugar donde vivía. La solidaridad mutua reveló la certeza de que la lucha contra los oprimidos no tiene fronteras.

Un nuevo “día de furia” está previsto para el 30 de noviembre. En San Pablo, el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino no pasará en blanco y levantará la bandera contra el Pan Prawer; el Frente de Defensa del Pueblo Palestino organiza una sesión solemne el 29 de noviembre, en el Plenario Juscelino Kubitschek, en la Asamblea Legislativa de San Pablo, a partir de las 19 horas. Y el día 30, el Sindicato de los Metroviarios de San Pablo [subterráneos] realiza en su sede, a las 17 horas, una exhibición de videos y debate.

Convidamos a aquellos y aquellas que luchan por justicia, contra la opresión y el apartheid a sumarse a este movimiento internacionalista, rumbo a una Palestina Libre.

Traducción: Natalia Estrada

Syria Freedom Forever

Rusia; ¿Por qué Putin apoya a Assad?

              

                       
Escrito por I. Razin - POI Rusia   
Martes 26 de Noviembre de 2013
Con la guerra en Siria, Rusia apareció en los principales títulos de los medios al mismo nivel que los EEUU, lo que no había acontecido desde la caída de la URSS. Aunque es evidente la aspiración común de Obama y Putin de “estabilizar la situación” en Siria (es decir, acabar con la revolución), existen diferencias importantes entre sus posiciones. Para comprenderlas, hay que ver las relaciones especiales que tiene Rusia con Siria y la región.
 
Siria y la URSS

Las relaciones especiales entre Rusia y Siria vienen desde la época de la URSS. En la segunda mitad del siglo XX, los partidos burgueses nacionalistas árabes tomaron el poder en varios países de Oriente Medio aprovechando la ola antiimperialista popular. Uno de los más importantes era el Partido del Renacimiento Árabe Socialista (Baath) que tomó el poder en Siria.

Para resolver las contradicciones económicas y sociales más elementales provenientes del carácter semicolonial de las economías y para controlar el movimiento antiimperialista, los regímenes nacionalistas árabes se vieron obligados aplicar las amplias nacionalizaciones. Así se deterioraron bastante sus relaciones con el imperialismo.

El imperialismo respondió con restricciones a negociar con estos países, buscando excluirlos de la división internacional del trabajo, lo que implicaba todas las consecuencias para estas economías capitalistas atrasadas que no representaban, a veces, más que unos elementos económicos dependientes directamente del mercado mundial, sin formar sistemas íntegros de producción. Les faltaba equipamiento y recursos financieros. El imperialismo aplicaba, aunque a su propia manera, la tesis de la Cuarta Internacional que afirma que en los países atrasados las burguesías nacionales están sumisas al imperialismo o no pueden existir.

Las direcciones árabes –apretadas por la presión antiimperialista por debajo, la del imperialismo por encima, el atraso económico y su programa completamente burgués– encontraban la única salida en el acercamiento a la burocracia soviética de la URSS, que podría conceder los recursos económicos necesarios (equipamiento, tecnologías). A cambio, la burocracia soviética recibía de los “gobiernos amigos” árabes “servicios políticos” importantes para negociar mejor con el imperialismo. La burocracia del PCUS tuvo un acuerdo semejante con muchos gobiernos burgueses no árabes. Pero las relaciones más estrechas y largas se formaron con el régimen de Baath sirio.

La URSS participó, a través de sus empresas estatales, en el desarrollo de la industria de gas y petróleo (exploración y mantenimiento de yacimientos), construcción de centrales eléctricas e hidroeléctricas y líneas de transmisión de energía eléctrica, de agricultura (sistemas de irrigación, plantas de fertilizantes), plantas de suministro de agua, ferrocarriles, etc. Es decir, los elementos básicos estructuralmente necesarios para la economía siria.

Vale decir que la mayoría de estos proyectos constituyó para la burocracia soviética pérdidas financieras directas. Fueron inversiones políticas no orientadas a la extracción de lucro sino a mantener los regímenes en su “órbita” para tener mejores condiciones políticas en la disputa con el imperialismo.

Pero son las armas [las] que juegan el papel más importante en las relaciones entre el PCUS y Baath sirio. El costo total del suministro de armas soviéticas a Siria entre las décadas de 1960 y 1980 supera 26.000 millones dólares y la proporción de armas soviéticas en el ejército sirio llegó a 90% (Evseev V.V., Algunos aspectos de la cooperación rusa-siria. Instituto de Medio Oriente, Moscú). Una parte importante de esas armas fue suministrada en forma de crédito y la deuda total de Siria con la URSS llegó casi a 14.000 millones dólares, en 1991.

Pero el significado de esta deuda fue muy diferente al de las deudas capitalistas. El régimen sirio era consciente de que no era obligatorio pagar la “deuda socialista”, pero había que ser un “gobierno progresivo”, es decir, apoyar la política de la burocracia soviética en el mundo. Por su lado, la burocracia soviética era consciente de que si un día el “régimen amigo” dejase ser “amigo” para volver al campo de influencia del imperialismo, tampoco estaría preocupado en pagar la deuda.

En el sentido financiero, la deuda siria a la URSS nunca presupuso grandes intereses o un mecanismo de recaudación y, por eso, no era una “deuda”. Pero detrás de ella estaba la dependencia tecnológica profunda del ejército sirio [respecto] de los estándares de armas soviéticas,lo que presupone la dependencia del mantenimiento de máquinas, suministro de recambios, pertrechos y hasta educación de los oficiales sirios en la URSS. El régimen sirio siempre mantenía alguna relación con el imperialismo pero en una situación en que las fuerzas armadas dependientes de las armas soviéticas eran la institución central del régimen; se puede hablar de una dependencia política estructural.

Las bases navales militares en Latakia y Tartus garantizaron a la URSS la permanencia de su flota en el Mediterráneo (hasta 80 barcos en la frontera con Israel) y fueron el “adorno” de la construcción política de la burocracia. Así, Siria fue la gran apuesta política del PCUS en Oriente Medio.

Siria y Rusia

Rusia heredó este tipo de dependencia del régimen sirio. Pero con la restauración capitalista en la URSS comenzó una crisis económica extremadamente profunda. El dinero para proyectos exteriores acabó. Con la derrota del golpe militar de 1991 se instaló en Rusia un régimen con mayor peso parlamentario, donde las instituciones del ejército y KGB ya no tenían el mismo papel que antes. Por otro lado, el poder fue tomado por el sector más pro-imperialista de la ex-burocracia soviética, encabezado por Yeltsin,cuyo gobierno tenía a agentes abiertos de la CIA en los puestos de consejeros de ministros. En estas condiciones, las relaciones con Siria se redujeron casi hasta cero.

La situación se cambió en los inicios de 2000. Por un lado, en Rusia, sobre la base del agotamiento de las protestas sociales y la derrota de la resistencia en Chechenia, se realizó una revancha política de la burocracia de la KGB (hoy FSB) y del ejército, que siempre agitaron por el “regreso a los aliados históricos”. Apoyándose en gran parte en este sector, se ha instalado el régimen bonapartista de Putin, que, bajo su dirección, ha consolidado políticamente a los oligarcas rusos y la burocracia. Putin ha monopolizado el espacio político legal, expulsando de este a los partidos liberales, agentes directos del imperialismo, y se ha postulado como el único referente para dialogar con el imperialismo en Rusia.

Por otro lado, el imperialismo encabezado por Bush comenzó la política de “guerra contra el terror” y el “nuevo siglo norteamericano”. En este marco, Siria fue indicada como parte del “eje de mal” por su apoyo a Hezbollah y Hamas, y fue sometida a sanciones. Es importante destacar que la derrota de la “guerra contra el terror”, el cambio de la táctica del imperialismo y la ascensión de Obama, aunque relegaron un ataque directo contra Siria, no aflojaron las sanciones sino que las fortalecieron.

Todo esto empujó a los regímenes ruso y sirio [a un acercamiento] por los antiguos vestigios. El “aislamiento” de Siria, que tampoco debe ser sobreestimado, ha creado más oportunidades para la participación de las empresas rusas en la economía siria. Las compañías rusas de petróleo y gas participaron –ahora movidas con el objetivos de la ganancia– en la exploración y extracción de hidrocarburos, construcción de refinerías, de proyectos energéticos (también se pensaba en un proyecto de central nuclear), sistemas de irrigación, ventas de equipamiento para las industrias petrolera y energética, desarrollo de telecomunicaciones (inclusive del sistema GLONASS, análogo ruso del GPS americano). Es decir, actuaron en las viejas ramas tradicionales.

Pero así como en la época de la URSS, estos proyectos económicos eran limitados. Antes de la guerra, con base en las inversiones rusas se producía sólo 22% de electricidad y la participación en la extracción del petróleo nunca superó el récord soviético de 27% (Evseev V.V.).

Un tamaño parecido de participación rusa no es cosa rara en el territorio del ex-URSS. No es poco, pero es insuficiente para condicionar la posición dura del régimen ruso en defensa de Assad. Los proyectos económicos siguen siendo muy secundarios respecto del suministro de armas, donde Putin y Assad tienen una “comprensión mutua” más profunda.

En 2005, Rusia suspendió 10.000 millones de deuda siria (73%) a cambio de nuevos contratos de compra de armas que llegaron, por varios años, hasta 4.000 millones de dólares (Kommersant) (equivalente a un cuarto de las exportaciones de armas rusas, en 2012 [12.000 millones de dólares]), un sexto de todos los contratos discutidos entre Rusia y otros países (25.000 millones) y un quinto de los gastos del gobierno ruso para compra de armas en 2012 (18.000 millones). Con todas las dificultades de comparar los datos se puede afirmar que Siria garantiza, por lo menos, un importante porcentaje para la industria de armas rusa. Según el Instituto Internacional de Pesquisas de Paz de Estocolmo (SIPRI), entre 2007 y 2011 Damasco ha aumentado 7 veces las compras de armas (entre las cuales 72% lo constituyeron las rusas).

En la época de la URSS, el suministro de armas era una inversión política. Ahora, la dependencia tecnológica del ejército sirio con las armas rusas constituye una fuente grande y estable de los ingresos para el complejo de la industria militar (VPK). Esto tiene una importancia especial porque, después de la destrucción masiva de la industria rusa en la década de 1990, el VPK quedó como la última gran industria de alta tecnología, independiente del imperialismo y autosuficiente, y tiene muchas empresas relacionadas con ella (su significado es parecido al de la industria automovilística). VPK emplea de forma directa cerca de 3 millones de personas; es una base de un gran sector de la burocracia y la burguesía ligada al ejército, una base importante del régimen de Putin. En la situación de crisis económica mundial, la estabilidad del VPK influye mucho sobre la estabilidad económica y social en el país y también en la estabilidad interna del régimen.

En 2005-2008, el volumen anual de comercio sirio-ruso creció 10 veces, desde 0,2 hasta 2.000 millones de dólares (A.Kreits, Siria, la apuesta central de Rusia en Oriente Medio, Instituto Francés de Relaciones Exteriores, IFRI, 2010). La totalidad de inversiones rusas en el país llegó a 20.000 millones de dólares (Odnako, recurso ligado al Kremlin). También Assad mantiene la base militar naval rusa, siempre apoyó la guerra de Putin en el Cáucaso, también lo apoyó en la guerra con Georgia. En 2008, durante su visita a Moscú, Assad ha declarado estar dispuesto a cooperar en “todos los proyectos que defenderían la seguridad de Rusia” e, incluso, ha propuesto el territorio sirio para la instalación de los complejos de misiles “Iskander” (lo último fue delicadamente rehusado por Putin, para no perjudicar las relaciones con Israel y EEUU).

¿Por qué Putin apoya Assad?

Obama y Putin coinciden en la necesidad de poner fin a la revolución siria, pero la línea divisoria entre ellos pasa por el régimen sirio. Quien reina ahora en Siria es el régimen dictatorial que controla todo el terreno político y se apoya en un ejército totalmente dependiente de las armas rusas. Cualquier “liberalización política” (un debilitamiento del régimen ampliando las libertades “democrático- burguesas” y, más aún, su derrumbe y sustitución por un régimen parlamentario de los partidos políticos) significa la caída del papel político del ejército y el crecimiento imparable de las posibilidades para el imperialismo de participar directamente en el proceso político en Siria.

Mientras el régimen militar de Assad se mantenga en el poder con sus propios métodos de administrar el Estado, el régimen de Putin tendrá una ventaja que corresponde a la proporción de las armas rusas en el ejército sirio.Pero en el terreno de la “democracia burguesa”, donde la política se resuelve antes que todo por dinero (el terreno más natural y preferido para imperialismo) el régimen de Putin, económicamente débil, está condenado al fracaso político.

Putin es consciente de que el “parlamento democrático” iría a cuestionar, tarde o temprano, las compras de armas rusas y favorecer las de la OTAN. La dependencia estructural del ejército sirio de las armas rusas comenzaría a desaparecer. Ni hablar sobre la base naval militar.

Algo así ya ha acontecido en Libia, donde la sustitución del régimen dictatorial de Gaddafi por el parlamentario se percibe en Rusia como un “adiós” a los contratos de armas. En Siria, la apuesta es mucho mayor. El régimen de Putin recibió tranquilamente la caída de Mubarak –armado por el imperialismo–, quedó más nervioso con la caída de Gaddafi, armado por el imperialismo y por Rusia (ahora parece que sólo por el imperialismo), y está listo a defender con toda energía a Assad, armado casi sólo por Rusia. Para el régimen de Putin se trata de la “pérdida de Siria” como suele decirse en los análisis rusos.

Pero no sólo Siria está cuestionada. La caída de Assad golpeará inevitablemente al régimen de los ayatolás en Irán, con el que Rusia también tiene “relaciones especiales” gracias a su confrontación con el imperialismo. Rusia garantiza el programa nuclear iraní al haber tomado este papel en lugar de las empresas norteamericanas y alemanas que no podían continuar el proyecto por las sanciones imperialistas. Estas mismas razones políticas condicionan los proyectos rusos en el terreno del gas, en Irán. Otra consecuencia importante sería el golpe para los flujos de armas rusas entre Corea del Norte, Irán, Siria, Hezbollah, Hamas, que garantizan también el peso político de Rusia.

En resumen, el régimen dictatorial de Assad es un puesto avanzado de Rusia en Siria, Siria lo es en Oriente Medio, y esta región es una de las más importantes del mundo. Con la caída del régimen de Assad, el régimen de Putin tiene miedo del efecto dominó.

La restauración del capitalismo destruyó el poder económico de Rusia, pero el país ha heredado de la URSS un ejército “casi soviético”, el segundo del mundo. Gracias al tamaño del ejército ruso, VPK y el papel de las armas rusas en el mundo, en especial en Oriente Medio, el peso político de Rusia es mucho mayor que el económico y es un palanca del régimen de Putin en la arena mundial. Este peso político desproporcionado es un fenómeno temporal y tiene una tendencia general a llegar a la correspondencia con el menor peso económico. El derrumbe del régimen de Assad por las masas, o por las manos del imperialismo, empujaría la caída del peso político de Rusia hacia el nivel de su economía de productora de materias primas.

Estas son las posibles consecuencias “exteriores” de la caída de Assad para el régimen de Putin. Pero habría también consecuencias “interiores”. Putin y compañía son conscientes de que la campana de las revoluciones árabes llama también por ellos y la caída de los dictadores provoca entre el pueblo ruso los pensamientos y comentarios correspondientes. Ni hablar sobre los riesgos para la dominación del régimen ruso en el Cáucaso. Además, serían afectados los sectores burocrático-militares claves para el régimen, lo que no le ayuda a mantener un equilibrio interno.

Por eso, el régimen de Putin realiza en Rusia una campaña muy agresiva contra las revoluciones árabes y las llama “conspiraciones de los EEUU” y “destructoras de los países”. El mismo discurso está dirigido contra los humores anti-régimen en la propia Rusia. Respecto de Siria, los canales principales del régimen muestran los clips de la televisión siria y hacen entrevistas con las “esposas rusas” (es un fenómeno en Siria, resultado de décadas de “amistad entre los países”) “testimoniando” en favor de Assad.

Para Obama, el mantenimiento del régimen de Assad en el poder es una cuestión de forma y para Putin es una cosa de principio. La apuesta del imperialismo a la salida del régimen de Assad como un factor que agrava la situación fue categóricamente inconveniente para Putin porque es precisamente la salida de Assad lo que más agravaría la situación del régimen ruso. Es en este contexto que hay que considerar el acuerdo sobre liquidación de armas químicas sirias, lo que fue una victoria política de Putin porque cubrió al régimen de Assad de un ataque del imperialismo.

El imperialismo tiene más variantes para oponerse a la revolución siria pero, al mismo tiempo, más espacio para dudar y cometer errores, y no logra evitar esto (sea Obama con sus “líneas rojas”; Hollande que había declarado la guerra y después fue obligado retroceder, o Cameron que perdió la votación en el parlamento británico).

Las opciones de Putin no son tan amplias y por esto su posición política es más sólida comparada con el “oportunismo” del imperialismo. Por otro lado, cuanto más activo sea el apoyo de Putin a Assad, mayores consecuencias habrá para su posición en el mundo y dentro de Rusia con la caída de este.

Un punto de acuerdo entre el imperialismo y los amigos del régimen sirio serían las “negociaciones con la participación de todas las partes”, incluso del régimen sirio en una u otra forma. Pero esta salida no ha podido concretarse hasta ahora por la fuerza de la revolución siria.

Para que los imperialistas, los dictadores y sus amigos dejen decidir su destino al pueblo sirio, y para que la revolución árabe dé un salto, los rebeldes deben ganar la guerra y derribar a Assad.Ellos ya han hecho mucho para eso pero necesitan dos cosas: armas para ellos y el boicot al régimen sirio.Sin esto, será muy difícil vencer. Todo esto es imposible sin una ayuda internacional de los trabajadores y pueblos de otros países. Es necesario rodear a la revolución siria con la solidaridad y propagandizarla, exigir a los gobiernos romper todas las relaciones con Assad y mandar armas a los rebeldes, sin condiciones.

La victoria de la revolución siria podría tener un significado especial para los rusos porque debilitaría mucho el régimen reaccionario y policiaco de Putin, que quiere el mantenimiento de la dictadura de Assad y el aplastamiento del pueblo sirio para mejor oprimir en su propio país a 5 millones de caucasianos, 11 millones de inmigrantes y, antes que nada, 115 millones de rusos, la fuente y víctima principal de su dominación, y continuar profundizando en Rusia las represión y las reformas bárbaras. La caída de Assad podría convertirse en un gran golpe para la dominación de la reacción en el país.