viernes, 26 de agosto de 2011

Gran victoria del pueblo libio y de la revolución árabe

¡El pueblo en armas está destruyendo el régimen de Gadafi!

Escrito por LIT-CI   
Jueves 25 de Agosto de 2011
El sanguinario régimen de Muamar el Gadafi en Libia se está desmoronando. 

El mundo entero asiste conmovido a las imágenes de rebeldes armados, acompañados por la población hambreada y sedienta de libertades democráticas, entrando a la capital Trípoli en el marco de lo que sería la ofensiva final de una guerra civil que lleva más de cinco meses.

Estas escenas, de hombres y mujeres de pueblo, con armas en la mano y agitando banderas puño en alto, asaltando valerosamente el Palacio Bab El Aziziya, residencia de Gadafi y sede del poder dictatorial, tienen tanta fuerza que no pueden sino evocar en la memoria a las más grandiosas victorias que ha protagonizado nuestra clase. En las calles de Trípoli hay júbilo popular. El pueblo se siente victorioso, se siente libre, siente el poder de sus propias fuerzas. El dictador, si bien se desconoce su paradero, perdió el control del país. Aquel que hace pocos meses hablaba de “aplastar a las ratas" y de perseguir a los rebeldes "palmo a palmo" y "callejón a callejón" tiene ahora su presente más cercano a los ex dictadores de Túnez y Egipto.

Desde la LIT-CI saludamos efusivamente estos hechos que constituyen, sin lugar a dudas, una tremenda victoria política y militar del pueblo libio y de todo el proceso revolucionario que sacude al mundo árabe. Hay que llamar a las cosas por su nombre: estamos delante de una impresionante victoria de un pueblo que tomó las armas -y su propio destino- en sus manos para enfrentar, emprendiendo una guerra civil, a una dictadura feroz e implacablemente sanguinaria que ejerció el poder absoluto durante 42 años. El pueblo libio, armado y organizado en Comités Populares, está liquidando no sólo a un gobierno dictatorial, sino a todo un régimen opresor con su principal institución: las FF.AA.

No obstante, como veremos más adelante, es preciso alertar los peligros que acechan esta victoria democrática del pueblo libio, que tienen que ver con los afanes del imperialismo de derrotar o desviar el proceso revolucionario valiéndose del entreguista Consejo Nacional Transitorio (CNT), instancia burguesa y pro-imperialista que se postula para gobernar a Libia una vez caído Gadafi.

El desmoronamiento del gobierno y del régimen de Gadafi, por la acción directa de las masas, es parte y representa un impulso monumental para el conjunto de la revolución árabe, uno de los polos centrales, junto a Europa, del proceso revolucionario mundial. De la misma forma en que la lucha heroica que libraron las masas en Túnez y en Egipto, cuando comenzó la primavera árabe, abrió el camino y expandió el proceso revolucionario a toda la región, ahora la revolución libia tendrá repercusiones impactantes en el estímulo a la revolución abierta en Oriente Medio y el Norte de África. En Siria, en Yemen e incluso en Túnez y Egipto esta conquista popular inflama mentes y corazones. La victoria del pueblo libio es gasolina pura en la incendiaria situación árabe. Las masas árabes y del mundo entero observan a los libios armados reventando estatuas o retratos de Gadafi y extraen una única lección: es posible vencer. La “primavera árabe” camina rumbo a un verano ardiente.

Esta revolución en Libia se suma a las fantásticas revoluciones que se dieron al inicio del proceso revolucionario árabe, pero con elementos superiores. En Libia, a diferencia de los levantamientos populares en Túnez o Egipto, el pueblo tomó las armas y destruyó a las FF.AA., principal institución del Estado burgués y del régimen de Gadafi. Ahora no existe más FF.AA. regulares en Libia, lo que existe son miles y miles de hombres y mujeres armadas y sedientas de los cambios profundos por los cuales arriesgaron o dieron sus vidas. Y eso es cualitativo desde el punto de vista de la revolución local y regional.

Las contradicciones del proceso

Es sabido que el imperialismo intervino e interviene en Libia a través de la OTAN. Entró en escena no por causa de las “masacres” o la defensa de los “derechos humanos”, esa fue su conocida retórica hipócrita para justificar sus acciones. Su intervención se dio una vez estallado el levantamiento popular armado, para estabilizar lo antes posible la situación, fundamentalmente para controlar el proceso revolucionario y así, por esa vía, poder recuperar el control de las reservas y el mantenimiento normal del flujo de petróleo. Pero su interés central, insistimos, es político, es controlar y derrotar el ascenso de las masas libias, evitando que su ejemplo se extienda a más países dentro del mundo árabe. Y este objetivo lo tenían que lograr con o sin Gadafi.
La intervención militar fue, en un principio, para forzar a Gadafi a una salida negociada, a que realice concesiones, lo cual nunca pasó. Entonces, ante una realidad en que Gadafi ya no podía contener más -al contrario, exacerbaba- el avance incontenible del pueblo en armas, el imperialismo se jugó directamente por su caída. Esa es la gran contradicción del proceso. En medio de una guerra civil -elemento que no se dio en Túnez o Egipto-, el imperialismo se vio obligado a intervenir militarmente para derrocar a Gadafi. Pero no por ser éste un “antiimperialista”, como dicen Chávez y los Castro, pues desde inicios de siglo Gadafi comenzó a entregar los recursos petroleros a multinacionales estadounidenses y europeas, sino porque Gadafi ya no podía estabilizar el país en medio de una insurgencia popular armada. La contradicción es que, en el terreno militar, existió una unidad de acción entre el imperialismo y las masas para derrocar a Gadafi, pero con objetivos de fondo totalmente opuestos: las masas quieren liberar el país de la opresión y el imperialismo detener la revolución para proseguir el saqueo de las riquezas libias y de Medio Oriente.

La cuestión es que el imperialismo no podía quedarse mirando cómo se desarrollaba una guerra civil, de consecuencias y duración insospechadas, mientras el flujo de petróleo estaba paralizado y el mundo árabe estaba siendo arrasado por vendavales revolucionarios. He ahí la intervención vía OTAN, con Francia y el Reino Unido como puntales del operativo. Intervino con todo lo que la situación le permitía, si no envió tropas no fue porque no quiso – para ellos hubiese sido lo mejor- sino porque, con Irak y Afganistán, y con el polvorín que es ahora el mundo árabe, el imperialismo no puede desembarcar tropas así porque sí en todas partes. De esto deviene el principal problema que tendrá el imperialismo una vez caído Gadafi: como la intervención no pudieron hacerla tipo Irak o Afganistán -con miles de marines y ocupación directa- ahora deben encarar el problema de cómo desarmar a las masas, que con razón se sienten triunfantes y son poseedoras del poder real en Trípoli. El imperialismo se verá obligado a maniobrar, a confundir, a negociar y, si no funciona todo eso, a desembarcar tropas de ocupación.

¿Derrota o victoria de las masas?

Tanto Chávez como los Castro expresaron su apoyo incondicional a la dictadura de Gadafi. Esto puede parecer una “contradicción” en gobiernos que se autoproclaman “revolucionarios”, de los cuales se espera que estén de lado de la lucha de los pueblos contra gobiernos dictatoriales y asesinos como el de Gadafi. En este caso concreto, al apoyar a dictadores como Gadafi o Assad lo que hacen es fortalecer la posición del imperialismo pues dejan el camino libre para que este, de manera hipócrita, se embandere con la defensa de los derechos humanos y las libertades democráticas ante las masas. Gracias a esta posición de estos referentes de la izquierda mundial, con toda razón se puede acentuar la confusión en la cabeza de un luchador libio o sirio que ve a la “izquierda” (Chávez y los Castro) apoyando al dictador que lo hambrea y lo masacra y al imperialismo (Obama, la OTAN, etc.) que lo “ayuda” a derrocar ese dictador. Es así nefasto el efecto en la conciencia de las masas y de la vanguardia mundial que provoca el vergonzoso apoyo del castro-chavismo a estos dictadores sanguinarios.

El presidente venezolano llegó a declarar, al condecorar al dictador árabe, que: “Lo que Bolívar es para nosotros, Gadafi es para el pueblo libio”. Frente a las masacres perpetradas por Gadafi, Chávez afirmó "No me consta y desde esta distancia no voy a condenar a quien ha sido mi amigo por mucho tiempo sin saber exactamente lo que en Libia está ocurriendo". Este apoyo vergonzoso se acentuó cuando comenzó la intervención imperialismo, donde la corriente castro-chavista intentó explotar este hecho a fondo para galvanizar el apoyo de la mayoría de la izquierda al dictador libio. Pasaron a defender la hipótesis de que todo se trataba de una “conspiración internacional” contra un líder “antiimperialista”. Las miles de muertes, producto de las matanzas que efectuaba Gadafi bombardeando con la aviación las movilizaciones populares, para Chávez, pasaron a ser un invento del imperialismo: “Estados Unidos estoy seguro de que está exagerando y está distorsionando las cosas para justificar una invasión".

Esta corriente, ahora que Gadafi toca su fin, comienza a sostener que lo que ocurre en Libia sería una derrota de los pueblos y una victoria del imperialismo, específicamente de la intervención militar de la ONU-OTAN. Esto no es correcto. No es porque el imperialismo se haya visto obligado a intervenir, como lo hizo en otras innúmeras ocasiones, esto deja de ser una victoria de las masas movilizadas y armadas que sacuden una dictadura feroz de cuatro décadas. 

El hecho que el imperialismo le haya retirado su bendición a Gadafi en este último tramo y se haya jugado por su caída, no convierte mecánicamente al dictador libio en un “antiimperialista” y en merecedor del apoyo político de la izquierda mundial. Los hechos son los hechos. Gadafi, desde hace al menos una década, dejó de tener fricciones con el imperialismo para pasar a ser su agente en la región. El imperialismo lo sustentaba, si ahora cambia de posición no es porque Gadafi sea antiimperialista sino por causa de la revolución libia, frente a la cual el dictador no les fue pieza efectiva para contenerla. Lo que ocurre es que el castro-chavismo presenta la derrota de Gadafi como derrota de los pueblos, cuando es exactamente lo opuesto.

Nuestra posición frente a la intervención imperialista en Libia, desde el primer momento, fue de rotundo rechazo a la misma por tener el claro objetivo de derrotar la revolución en curso. Sin embargo, esto no nos llevó a apoyar al sanguinario Gadafi.

¡Ninguna confianza en el imperialismo ni en el CNT!

El imperialismo trata de contener la situación pues teme, con razón, que el levantamiento popular armado vaya más allá del mero derrocamiento de Gadafi. La furia acumulada tras décadas de hambre y opresión es impredecible.

Entonces, desde Washington se lanzan, por un lado, a intentar capitalizar la victoria como si fuese únicamente producto de su intervención militar vía OTAN (idea muy difundida por la prensa internacional) con el claro objetivo de minimizar la acción de las masas libias y con esto atenuar el ejemplo de su lucha para otros países árabes y el mundo. Por otro, a intentar “controlar” y dirigir la “transición” en Libia, el “después de Gadafi”. Pero aquí decimos, a riesgo de ser repetitivos, que la mano viene dura para el imperialismo pues tendrá que convencer a las masas libias a desarmarse y a volver a sus casas pacíficamente tras su tremenda victoria. No sólo deben desarmar a las masas, sino reconstruir, lo antes posible, un nuevo régimen y unas nuevas FF.AA. burguesas en Libia, pues estas fueron destruidas mediante la acción de las masas insurrectas. La contradicción es que esta tarea la encaran con relativo prestigio por haber colaborado en el desmoronamiento del aparato militar de Gadafi.

Para el imperialismo no puede haber peor cosa que un impasse prolongado en la cuestión del poder, en medio una situación donde el pueblo está armado y toda la región -estratégica para sus intereses- es un barril de pólvora. De forma urgente tiene la necesidad de reconstruir un gobierno, un régimen y un ejército que les garantice una estabilidad en el país y en la región para retomar normalmente el control de los yacimientos y el flujo del petróleo, con más razón en plena crisis económica. Es justamente para “discutir los destinos de Libia”, en estos marcos, que se está convocando a una reunión en Catar y otra en París con representantes de todos los imperialismos que participaron del operativo militar.

En esta tarea, de desmontar la revolución y reconstruir un régimen entreguista, el llamado Consejo Nacional Transitorio (CNT), órgano constituido de ex ministros de Gadafi y otros tránsfugas que ahora retornan del exterior y que se auto designó el mote de gobierno paralelo durante la lucha armada, se está mostrando como aliado de los afanes imperialistas. Mustafá Abdel Jalil, presidente del CNT y ex ministro de justicia de Gadafi, hizo declaraciones donde asegura, una vez caído Gadafi, que mantendrá los contratos petroleros de Gadafi sino que el nuevo gobierno privilegiará a Francia, Inglaterra y Estados Unidos en el suministro de petróleo, por haber sido “amigos” de la insurgencia. Otro aspecto que el CNT comienza a defender es que tras la derrota de Gadafi los rebeldes deben desarmarse y “volver a ser ciudadanos productivos”. Abdel Jalil, incluso llegó a amenazar con renunciar si se daban “actos de venganza” y llamó a "respetar vidas y propiedades" y que nadie "debe tomarse la justicia por su mano".

Desde la LIT-CI sostenemos que, una vez caído el dictador Gadafi, es el pueblo libio el único que debe decidir sobre sus destinos. Para esto es fundamental la lucha por concretar una Asamblea Nacional Constituyente, libre, democrática y soberana, que refunde el país sobre nuevas bases políticas, sociales y económicas, partiendo de garantizar plenas libertades democráticas para el pueblo.

Para concretar esto, el pueblo libio no sólo no puede depositar la más mínima confianza en el CNT, órgano que no fue electo por nadie, sino que debe enfrentarlo abiertamente. El CNT es una instancia burguesa que busca y buscará recomponer el régimen político y las FF.AA. al servicio del imperialismo, a costa de mantener el saqueo de los recursos energéticos y la miseria popular. Ni gobierno del CNT ni la intervención imperialista en los asuntos internos de Libia; estamos por la manutención de los Comités Populares armados y que el poder político pase directa y completamente a sus manos.

En este sentido, no se puede descartar que el imperialismo intente ocupar el país con sus propias tropas para ejercer un control directo de la situación. Esto es probable pues, para estabilizar el país precisa de fuerzas armadas burguesas y pro-imperialistas, las cuales fueron destruidas por las masas. Lo que existe ahora son milicias populares armadas y el imperialismo precisa liquidar eso cuanto antes. Estamos totalmente en contra de un posible envío de tropas por parte del imperialismo, sean estas convencionales o “humanitarias” bajo ropaje de la ONU u OTAN en Libia, pues estará al servicio de derrotar el proceso revolucionario, desarmando al pueblo y reconstruyendo el régimen, para continuar saqueando las riquezas del país. Una ocupación imperialista será tan dictatorial como el gobierno de Gadafi. Por eso, desde la LIT-CI decimos: ¡Ningún soldado imperialista en Libia! ¡Fuera manos de la OTAN, la ONU o el imperialismo de Libia y toda la región árabe!

Para nosotros, es el pueblo, armado como está, el que debe gobernar en Libia y profundizar la revolución en su país y en todo el mundo árabe. Sólo un gobierno de los comités populares libios podrá convocar y garantizar elecciones libres para una Asamblea Nacional Constituyente realmente libre, democrática y soberana. Sólo un gobierno obrero y popular, apoyado en los comités de base armados, podrá confiscar todas las propiedades y las fortunas de Gadafi y sus siniestros acólitos, colocándolas bajo control y al servicio y del pueblo; castigar inmisericordemente a Gadafi y demás miembros de su dictadura por todos los robos y crímenes cometidos contra el pueblo; anular todos los contratos petroleros y otros pactos con el imperialismo hechos por Gadafi; nacionalizar el petróleo y la economía del país bajo control obrero y popular, colocándolas al servicio de atender las enormes necesidades de las masas trabajadoras y ejecutar de forma urgente un plan económico de emergencia para satisfacer las carencias acuciantes del pueblo. Insistimos, sólo un gobierno de la clase trabajadora armada puede garantizar este programa. De un gobierno del CNT no podemos esperar siquiera la concreción de las aspiraciones democráticas del pueblo victorioso, por estar conformado de ex ministros de Gadafi y porque ya anuncian abiertamente sus compromisos con el imperialismo.

Esta debe ser, en nuestra opinión, la siguiente batalla de la revolución libia: colocar el poder en manos del pueblo a través de sus organizaciones e impulsar con todo la revolución árabe de conjunto, en dirección a la Federación de Repúblicas Socialistas Árabes.

¡Viva la revolución del pueblo libio!
¡Viva la revolución árabe!
¡Por un gobierno obrero y del pueblo en armas que garantice una Asamblea Nacional Constituyente libre y soberana!
¡Disolución total de las fuerzas armadas de Gadafi!
¡Juicio y castigo a los crímenes de Gadafi y su dictadura contra el pueblo!
¡Ninguna confianza en el CNT!
¡Fuera manos del imperialismo y la OTAN de Libia y la región!

Secretariado Internacional de la LIT-CI
24 de agosto de 2011