miércoles, 5 de octubre de 2011

Chávez, los Castro y el PCC el mismo meridiano de Gadafi y Al Assad

Escrito por PST-COLOMBIA   
Viernes 30 de Septiembre de 2011 
 
 Los fenomenales procesos de movilización y lucha de masas que desde final del año anterior y principios de este se han desatado en el norte de África (Túnez, Egipto, Marruecos, Argelia, Yemen, Siria, Bahrein, entre otros) –que dieron ya al traste con los gobiernos y regímenes de Túnez, Egipto y Libia y que tienen contra las cuerdas al de Siria y han obligado a reformas y negociaciones en otros países–, han generado posiciones antagónicas entre sectores que se presentan y denominan como revolucionarios y anti-imperialistas. Es importante profundizar en el debate respecto a cuáles son los elementos que determinan las diferentes posiciones asumidas.

¡Chávez y los Castro mudos cuando tenían que hablar!
 
Por un lado Chávez y los hermanos Castro mantuvieron un discretísimo silencio mientras las masas árabes luchaban a muerte por derrocar a los regímenes de Ben Ali en Túnez y Mubarak en Egipto. Nunca se les escuchó una voz de aliento y respaldo a esos alzamientos; lo cual muestra claramente su abyecto respeto al “orden y derecho internacional” impuesto por los imperialistas.
 
El Partido Comunista Colombiano, por su parte, mantuvo lo que podría denominarse un prudente silencio o mejor, una actitud vergonzante, frente a dicho proceso. Basta hojear las páginas de su semanario "Voz" para encontrar sólo comentarios “recalentados” de otras fuentes que nunca comprometieran políticamente a su dirección.
 
No olvidemos que los regímenes de Túnez y Egipto fueron durante décadas agentes fieles y siervos absolutos de los intereses del imperialismo europeo o norteamericano. Si de una actitud anti-imperialista se trataba qué mejor que expresar abiertamente el respaldo a las luchas y los pueblos de esos países contra regímenes que eran los lacayos directos del imperialismo en la región. ¡Pero no: Durante ese período Chávez y los hermanos Castro guardaron discretísimo silencio y el Partido Comunista Colombiano los acolitó!
 
El anterior comportamiento político de lo que a nivel internacional podríamos denominar el castro-chavismo, del cual en muchos aspectos el Partido Comunista Colombiano es un fiel exponente, podría parecer un enigma indescifrable. Sin embargo, como veremos, existen razones profundas ello.
 
¡Respaldo a los gobiernos!
 
Cuando el proceso de masas tocó al régimen de Gadafi el castro-chavismo se sintió herido en sus fibras más íntimas. Desde un principio, aún antes de la abierta intervención militar del imperialismo en el proceso libio, “sin pelos en la lengua”, Chávez expresó que respaldaba plena y totalmente a su “amigo” Gadafi; a quien hacía pocos meses había condecorado con todos los honores, haciéndole entrega de la espada de Bolívar y señalando que él, Gadafi, era para los pueblos de África lo que había sido Simón Bolívar para los pueblos americanos respecto al imperio español.
 
Chávez y los hermanos Castro se olvidaron completa y totalmente del recorrido político de Gadafi que ya, a esas alturas, era un invitado de honor a los banquetes de los gobiernos imperialistas europeos, con excelentes relaciones con el imperialismo norteamericano, con quienes ya había saldado completamente sus enfrentamientos de décadas pasadas. Se olvidaron Chávez y los hermanos Castro que ya las grandes transnacionales petroleras explotaban pacíficamente el petróleo libio y que el mismo Gadafi actuaba como tapón de contención para evitar la inmigración ilegal a Europa, igual que lo hacía el régimen de Ben Ali en Túnez, obteniendo por ello grandes reconocimientos de la Unión Europea.
 
Como gobierno, el gobierno de Gadafi había sido un buen aliado de Chávez y de los hermanos Castro. Por eso, en primer lugar actuaron tomando como referencia la defensa de un gobierno. Para nada su actitud fue siquiera de guardar “respetuoso silencio”, permitiendo que el propio proceso de las masas libias desatase las contradicciones que el régimen de décadas de Gadafi había generado a su interior. No. El castro-chavismo se colocó, frente al movimiento de masas, abierta y completamente al lado del gobierno de Gadafi; como actualmente lo continúan haciendo aún al lado del gobierno de Bashar Al Assad en Siria; independiente de los tozudos hechos que muestran que el alzamiento y movilización contra dicho gobierno tiene un amplio apoyo de masas.
 
Con esa actitud el castro-chavismo se hizo cómplice de la decisión de Gadafi, declarada explícitamente, de liquidar a sangre y fuego cualquier lucha y oposición a su gobierno y régimen.
 
¡Y verborrea anti-imperialista!
 
El castro-chavismo y todos sus seguidores a nivel internacional se ganaron la lotería para encubrir su traición a la lucha revolucionaria de las masas árabes contra sus reaccionarios regímenes cuando el imperialismo mundial, encabezado por el europeo, decidieron –con diversas contradicciones iniciales– un cambio relativamente súbito de táctica frente al proceso que los había tomado “fuera de base”.
 
Tal cambio de táctica se expresó, inicialmente, cuando el imperialismo norteamericano “deja hundir a Mubarak” –la pieza más odiada y visible del régimen– logrando que el control del proceso quede en manos de los militares –agentes fieles de sus intereses igual que el mismo Mubarak. Luego, ante los anuncios y actos de Gadafi para regar con la sangre de los alzados contra su régimen las calles de Bengazi el imperialismo (encabezado por los gobiernos francés e inglés) tiene la oportunidad de aparecer a los ojos del mundo como “salvador de los derechos humanos” al intervenir militarmente en el proceso libio argumentando la defensa de la vida de civiles inocentes.
 
En lugar de ubicarse del lado de la defensa de los intereses inmediatos y estratégicos del proceso revolucionario  –lo cual significaba como mínimo rechazar la intervención imperialista sin colocarse del lado de Gadafi– el castro-chavismo optó por profundizar su defensa del gobierno y régimen libios; acusando a todo el proceso de lucha revolucionaria de esos países de ser una orquestación y un montaje mediático del imperialismo. Por esa vía han dado la espalda a las masas de Marruecos, Argelia, Yemen, Siria y otros países en los cuales se han producido importantísimos levantamientos y luchas contra sus gobiernos y regímenes.
 
También por ese camino, que no pasa de ser absoluta y completa verborrea anti-imperialista, el castro-chavismo termina por facilitar y contribuir a que una parte de lo más progresivo de estos procesos revolucionarios termine “amarrado” y confiando en la “ayuda”, “solidaridad” y “defensa de la democracia” del imperialismo. En últimas, contribuyen a desviar y confundir el proceso revolucionario.
 
A nadie que tenga dos dedos de frente –si de eso se tratara– le cabe la menor duda que en procesos de estas características actúen abiertamente sectores que son agentes directos, económicos y políticos del imperialismo y que estratégicamente defienden intereses absolutamente antagónicos con los que debe plantearse un alzamiento revolucionario. Pero no actuar en medio de esa realidad –para que, diferenciándose de las opciones burguesas pro-imperialistas, las masas y sectores revolucionarios encuentren su propio camino– termina haciéndole un enorme daño al proceso y revolucionario. Y aún peor, tal como lo ha hecho el castro-chavismo, es colocarse abiertamente del lado del poder y gobiernos contra los cuales las masas se han levantado. Por esa vía terminan jugando un papel abiertamente contrarrevolucionario.
 
Los estados nacionales y los gobiernos
 
Hay una razón de fondo que explica la política del castro-chavismo. En la época actual, excepto que se trate de un gobierno obrero-revolucionario en el marco de un estado nacional, en general toda defensa un estado nacional y de su respectivo gobierno contiene, en última instancia, una componente reaccionaria, a veces mezclada con otras progresivas o incluso revolucionarias.
 
En el actual estadio de desarrollo de la humanidad la división del planeta en estados nacionales y las fronteras nacionales que definen dichos estados son, conjuntamente con la propiedad privada de los medios de producción, el más gigantesco obstáculo para solucionar los problemas inmediatos que padecen millones de seres en el mundo. La división en estados nacionales cumple hoy por hoy, sobre todo y ante todo, la función de impedir el alzamiento generalizado y sin límites geográficos o de otra índole de los millones de desposeídos del planeta contra unos cuántos miles que controlan el poder y la riqueza del mismo.
 
La suficientemente conocida frase respecto a que los proletarios no tienen patria, unida a la de “Proletarios de todos los países, uníos” expresan sintéticamente esta contradicción del mundo moderno. La lucha por la toma del poder en el marco de un estado nacional, vista como un objetivo en sí mismo, como un fin en sí mismo, por fuera de la estrategia de extensión de la revolución a nivel mundial, termina tarde o temprano volviéndose en contra –como ya quedó plenamente demostrado con la reaccionaria teoría del estalinismo del socialismo en un solo país.
 
Y el meridiano de Chávez, de los hermanos Castro, de Gadafi, de Al Assad, pasa por la defensa de “sus estados nacionales” y de “sus gobiernos”. Para cada uno de ellos es de vida o muerte defender “su estado” y “su gobierno”. De ellos obtienen todas las ventajas y privilegios. Incluso, a nivel personal, ello permite comprender la característica común de todos estos gobernantes de permanecer como cabezas de “sus gobiernos” durante décadas. Y por eso entran en pánico absoluto y se convierten en sanguinarios carniceros de sus propios pueblos cuando las masas se alzan buscando cualquier cambio o modificación –por mínimo que sea– a las condiciones de penuria económica o de falta de libertades políticas en las que dichos gobernantes las obligan a vivir.

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