martes, 30 de marzo de 2010

Doce puñaladas para una víctima de la dictadura Notas en Indymedia Rosario

ASESINARON EN SU NEGOCIO EN RAFAELA, SANTA FE, A SILVIA SUPPO, EX DETENIDA-DESAPARECIDA, TESTIGO EN EL JUICIO CONTRA EL EX JUEZ BRUSA

Doce puñaladas para ...
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Silvia Suppo impulsaba también la causa por la desaparición de su compañero, Reinaldo Hammeter. Dos de los imputados viven en Rafaela. Ayer fue asesinada en su negocio en el centro de esa ciudad. Las hipótesis van desde el robo hasta la venganza.

Por Sonia Tessa
Desde Rosario

Silvia Suppo fue una testigo importante del juicio contra el ex juez federal Víctor Brusa, y también impulsaba la causa que investiga la desaparición de su compañero, Reinaldo Hammeter, secuestrado el 25 de enero de 1977, en la catedral de Rafaela. Esta causa tiene imputados que viven en la misma ciudad. Ayer, entre las 9 y las 10 de la mañana, fue asesinada de doce puñaladas en su negocio, ubicado en pleno centro de su ciudad, de 95 mil habitantes, donde es inédito un crimen con semejante ensañamiento. Según la versión policial, entraron a robarle, dado que faltaba el dinero de la caja y alguna mercadería de la talabartería. Al cierre de esta edición había dos personas detenidas, de 18 y 19 años, con antecedentes delictivos, y la policía buscaba a otros dos, siempre bajo la hipótesis de robo. En cambio, la abogada Lucila Puyol, de Hijos Santa Fe, consideró una “irresponsabilidad tomar esta determinación a partir de tan pocos elementos. Está claro que este es un asesinato en su calidad de testigo”.

Puyol subrayó que “por su calidad de víctima y de testigo para la causa Brusa, y para la causa de Hammeter, que se encuentra en etapa de instrucción, así como la cercanía con el 24 de marzo y los otros elementos que está aportando la familia, como las intimidaciones permanentes que sufría, está claro que no se puede investigar como un robo”.

La víctima tenía 51 años, dos hijos de 21 y 24, y se encontraba sola en el negocio dedicado a la venta de artesanías en cuero y plata en Sargento Cabral al 200, a pocas cuadras de la Jefatura de Policía de la Unidad Regional V. También vivía allí. El homicidio ocurrió en horario comercial y a plena luz del día. Recién a media mañana el cuerpo aún con vida de Suppo fue advertido por una ocasional clienta. Suppo yacía sobre un charco de sangre, semiinconsciente, y fue trasladada de urgencia al Hospital Jaime Ferré, donde pese a los esfuerzos realizados falleció minutos después del mediodía, cuando era intervenida quirúrgicamente, debido a un paro cardiorrespiratorio, entre otras complicaciones por las heridas recibidas. Según los investigadores, los atacantes actuaron con total impunidad.

Los hijos de Silvia pidieron que la autopsia se realizara en la ciudad de Santa Fe. Junto a abogados querellantes de las causas por delitos de lesa humanidad se entrevistaron con la fiscal Cristina Fortunato, que entiende en la causa, para pedirle que se tome el caso con la gravedad que corresponde. Subrayaron la importancia del testimonio de la víctima en el juicio contra Brusa, su participación en otro proceso por la desaparición de su compañero –del que también sería una testigo muy importante–, que tiene cuatro imputados, de los cuales al menos dos residen en Rafaela. La familia de Silvia todavía no prestó declaración, pero relatará sobre las permanentes intimidaciones, hechas por personas que se paraban desafiantes frente a su negocio.

Por su parte, el secretario de Seguridad, Horacio Ghirardi, afirmó: “Estamos siguiendo personalizadamente la investigación, con los jefes policiales y de las distintas áreas, tanto del Ministerio de Seguridad como de Justicia. Lo seguimos muy de cerca para ver cómo evoluciona el hecho”. Justamente, ayer la policía detuvo a dos personas y realizaba allanamientos en la zona de Rafaela en busca de otros dos que –según una fuente– “tendrían alguna implicancia o algún tipo de complicidad”.

Silvia no formaba parte del Programa de Protección a Testigos del Ministerio de Justicia de la provincia, pero su asesinato revela la indefensión en la que se encuentran los testigos en los juicios por delitos de lesa humanidad. “Cuando dio testimonio, se le ofreció su ingreso al programa, pero ella no requirió nada. Aun así, siempre estuvimos en relación con ella”, indicó el director del Programa, Oscar Blando. El funcionario agregó que ayer fueron a hablar con el jefe de la Unidad Regional, Juan Mondino, y el juez de la causa, Alejandro Mognaschi. “Queremos saber si fue un robo o una situación vinculada con los derechos humanos. Si fue un robo, hay que tranquilizar a los testigos. Si no lo fue, es un hecho gravísimo y hay que redoblar los esfuerzos del Estado”, agregó Blando, quien subrayó que la familia de la víctima recibió asistencia de funcionarios del programa.

Suppo declaró el 5 de octubre pasado en la causa conocida como Brusa, que tuvo también como imputados a Juan Calixto Perizotti, Héctor Colombini, María Eva Aebi, Mario Facino y Eduardo Ramos. El 21 de diciembre pasado, se conoció la sentencia de 19 a 21 años de prisión para los acusados de privación ilegítima de la libertad y tormentos. Además, Silvia impulsaba la causa por su compañero desaparecido el 25 de enero de 1977. Allí hay cuatro imputados, de los cuales al menos dos aún viven en Rafaela.

Tras su asesinato, el espacio Juicio y Castigo de Rosario reclamó “al Estado el inmediato esclarecimiento de este doloroso hecho, ya que sucede en un contexto de declaraciones de algunos nostálgicos golpistas y de actos preocupantes que se vienen sucediendo en distintas provincias. Es necesario que las autoridades arbitren todos los medios necesarios para generar tranquilidad en testigos y querellantes de los distintos juicios para que los mismos sigan adelante con la justa condena a todos los genocidas”.



“Ella habló de la violación como tortura”
Por Fuente: Página 12 - Tuesday, Mar. 30, 2010 at 5:27 AM

“Ella habló de la vi...
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PATRICIA ISASA, EX DETENIDA

Por Adriana Meyer

Patricia Isasa tiene 50 años y es arquitecta. Conoció a Silvia Suppo cuando estuvieron cautivas durante la dictadura y ayer recordó el instante en que anotó su nombre en la lista de testigos, “con tinta negra, en un papelito donde puse a las mujeres que estuvieron conmigo y podían hablar de su violación” a manos de los represores, “de esa fobia y misoginia enloquecidas”. A esos victimarios enfrentó cara a cara en septiembre, durante el juicio al ex juez Hermes Brusa y cinco ex policías en Santa Fe, en lo que fue uno de los testimonios más desgarradores. Isasa sufrió una serie de intimidaciones en septiembre de 2006, desarmó su vida y se fue del país. “La vida se me hizo mierda dos veces, pero volví porque acá tengo mis muertos, mis amores y mis sueños”, dijo ayer a Página/12, por momentos quebrada de dolor por el asesinato de Suppo. “Si no fue un robo significa que los represores son la mafia, y con un mafioso criminal confeso no hay reconciliación posible. Es un debate infame el que propone (Eduardo) Duhalde cuando habla de plebiscitar los juicios”, agregó.

Suppo fue una testigo clave en el juicio en el que Isasa fue querellante. “Es medio difícil que salgan a robar a esa hora, entre las 9 y las 10 de un lunes. Si no llega a ser un robo fue un mensaje mafioso, una represalia o venganza por el valiente testimonio de Silvia en el juicio”, afirmó. A su criterio, “ésta sería la prueba palmaria de que no es posible limitar los juicios como propone la derecha”.
–¿Siendo sobreviviente de la dictadura se fue del país en plena democracia luego de las amenazas que sufrió?

–Al día siguiente de la desaparición de (Julio) López fui amenazada de una manera jodida. Llamaron a los teléfonos de mi ex pareja, me estaban buscando. Me fui a vivir a Estados Unidos, y cuando volví secuestraron a (Luis) Gerez a los pocos días. Acá hay que ver las condiciones en que están presos. Por haber estado en un campo me parece bien una cárcel limpia y justa, pero hay que poner atención con quién se comunican, quiénes los visitan, hay que hacer un monitoreo detallado, son presos de extrema peligrosidad y lo demuestran a cada instante. Hablo de un control efectivo, permanente y puntilloso de los contactos que tienen; me pregunto si debieran tener acceso a Internet y celulares. No son presos que se van a reinsertar, hay que tenerlos a resguardo de todos nosotros. Si a esta edad se los está juzgando no es porque no quisimos sino porque en el ’87 intentaron dar un golpe. Ahora exageran su decrepitud en los juicios y muestran el grado de psicosis que tienen al no hacerse cargo, porque en privado se enorgullecen de lo que hicieron pero lo silencian en público.
–¿Por qué el testimonio de Silvia Suppo fue clave?

–Silvia habló de la violencia sexual, de la violación como práctica de tortura especial contra las mujeres, una práctica sistemática, un delito aparte. La violaron en la Comisaría 4ª igual que a mí, y cuando en la Guardia de Infantería Reforzada detectan que estaba embarazada, María Eva Aebi y Juan Calixto Perizzotti deciden hacerla abortar. Luego la llevan a La Casita, donde se repone y como no estaba vendada les ve las caras a todos. La conocí en ese lugar. Estuvimos un año juntas, era una persona digna, muy compañera. Cuando salió libre siguió viviendo en Rafaela.
–Robo o mensaje mafioso, ¿esto afectará a otros testigos?

–En lugar de callarnos, luego del espanto, nos genera más compromiso. Yo misma tengo miedo, el tema es que no te paralice. Hoy temblé al recordar cuando la puse en la lista de testigos, cuando sonrió y me dio un beso al terminar de declarar. Pero reforzamos el compromiso de vida de sostener estos juicios. No existe la protección total. Viví en Londres y otros países donde la protección es muy eficiente y previene algo, pero nunca todo. Acá no se trata de si el sistema nacional o provincial de protección de testigos funciona. En mi caso esclarecieron una de las amenazas y venía de una familiar de uno de los condenados en el juicio. Durante el juicio Silvia tuvo protección pero luego no la quiso, y es respetable. La tuve durante años y es muy pesado. Esto no se cambia con ceder a extorsiones mafiosas sino con más control en las cárceles y más condenas. Si no, ganaron ellos.



El valor de contar
Por Fuente: Página 12 - Tuesday, Mar. 30, 2010 at 5:32 AM

El valor de contar...
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Imagen: El ex juez federal Víctor Brusa.

RELATO DE SECUESTRO,TORTURA Y VIOLACION

Por Sonia Tessa
Desde Rosario

Silvia Suppo fue secuestrada el 24 de mayo de 1977 en Rafaela, su ciudad natal, junto a su hermano y uno de sus compañeros, Jorge Destéfanis, que al salir en libertad –tras cinco años preso en Coronda– se convirtió en su pareja. La noche de su caída la trasladaron a un centro clandestino de detención de la ciudad de Santa Fe. Allí fue torturada y violada. Quedó embarazada producto de esa violencia, y sus captores se ocuparon de “subsanar el error” llevándola a hacer un aborto. Estuvo un año y medio prisionera. Su compañero, Reinaldo Hattemer, había sido secuestrado el 25 de enero de 1977 y continúa desaparecido. Silvia volvió a su ciudad en 1978, cuando salió con libertad vigilada. El 5 de octubre del año pasado declaró en el juicio oral y público contra el ex juez federal Víctor Brusa y otros cinco represores. Fue una testigo clave. Al día siguiente, relató en una conversación telefónica lo que significó para ella dar su testimonio: “Estoy contenta por la tarea cumplida. Yo les decía a las chicas (otras testigos, que fueron sus compañeras de cautiverio) que estaba nerviosa, pero en el fondo para mí significaba muchísimo, y también para mi esposo, que murió hace tres meses y estuvo cinco años preso en Coronda”. Silvia empezaba a disfrutar de su nieta, tenía 51 años.

Silvia terminó la escuela secundaria en 1976, y menos de un año después, cuando tenía 18, fue secuestrada. Estudiaba enfermería en la capital provincial, donde vivía con su pareja, que fue secuestrado en la iglesia de Rafaela a la que había ido para presenciar el casamiento de su hermano. Los dos eran militantes montoneros. Rafaela es una ciudad conocida como la perla del Oeste, de economía pujante y mentalidad conservadora. Después del secuestro de Reinaldo, todo fue una pesadilla. “De ahí en más cambió mi vida rotundamente, ya no pude ir a Santa Fe, empecé a buscar trabajo, y el 24 de mayo de ese año me detuvo personal de Rafaela, que reconocí porque eran los mismos que estaban en la iglesia”, relató el 6 de octubre pasado a Página/12. Su primer lugar de cautiverio fue la Jefatura de su ciudad, pero esa misma noche la trasladaron, junto a otros compañeros, a Santa Fe. “Nos metieron en un Falcon y nos trasladaron a mí y a mi hermano en el asiento de atrás, y al que después fue mi esposo, Jorge, en el baúl de ese auto”, relató. Llegó a la comisaría 4ª, un centro clandestino de detención en el que escuchó cómo torturaban a su hermano. “De tanta picana, se descompuso. Yo escuchaba que había un estudiante de medicina, que les decía ‘despacio porque este chico se queda’. Así lo llevaron al hospital Cullen, desde donde se escapó y consiguió, a través de unos familiares, llegar a Rafaela. Allí se comunicó con mis padres”, relató Silvia.

En tanto, a ella la torturaron la misma noche que se descompuso su hermano. Le decían que a su novio lo habían tirado en un avión, y que estaba en el río Paraná. “Dos veces fui sometida a torturas”, relató.

Los padres de Silvia tenían contactos con Jorge Casaretto, entonces obispo de la zona. “Llegó a la 4ª como al mes y medio. Hasta ese momento mis padres no sabían dónde estaba yo”, contó Silvia, que a partir de allí fue trasladada a la Guardia de Infantería Reforzada, dirigida por Juan Calixto Perissotti, que no era un centro clandestino de detención, porque las prisioneras recibían visitas, pero donde estaban a expensas de la patota, que iba a buscarlas para torturarlas y violarlas, como parte de la estrategia de aniquilamiento. “A partir de entonces nos iban a ver con nuestros familiares. Estuve un año y medio hasta diciembre de 1978, cuando me liberaron con la vigilada. Tenía que presentarme en Avenida Freyre, no podía salir de la ciudad de Rafaela sin pedir permiso, fue un año y medio más. Por supuesto que nadie nos daba laburo”, siguió contando en octubre del año pasado.

Frente a los jueces del Tribunal Oral que juzgó a Brusa y otros cinco represores, Silvia fue contundente. No era la primera vez que denunciaba lo ocurrido. “Hicimos la denuncia frente a la Conadep, también habíamos contado lo que nos había pasado a una agrupación de la Cruz Roja que vino en 1978. Lo hicimos frente a abogados, frente a la fiscal Griselda Tessio, pero jamás habíamos podido hacerlo frente a un tribunal”, indicó.

Aseguró que no le había costado hablar sobre lo ocurrido, aunque durante años mantuvo silencio sobre la violencia sexual que sufrió. “No me costó hablar de lo ocurrido. Lo que yo mantuve unos años en silencio, aunque mis amigos y compañeros lo sabían, era la cuestión de la violación y el aborto. Estuve esperando que mis hijos crecieran, es lo único que a mí me condicionaba, para que entendieran, para explicarles mejor. Después de todo, tenés que hacer un proceso para poder contarlo”, relató el año pasado, luego de su impactante testimonio ante el tribunal.

Ante la pregunta sobre el aborto que le practicaron, Silvia no dudó. “Peor hubiera sido el embarazo, te digo. A mí me encantan los chicos, tuve dos hijos. Pero fueron embarazos deseados, actos de amor.” De hecho, sus hijos –una mujer y un varón– tienen 21 y 24 años. “Cada vez que escucho en otros casos, es una atrocidad dejar avanzar un embarazo producto de una violación, yo no hubiera podido. Por favor, qué hubiera sido de mí”, se preguntó el año pasado.

Para ella, fue terrible escuchar al responsable de su lugar de detención, Perizotti, decirle que iban a subsanar el error que significaba su embarazo. “Como que hubiera sido el error, me quedé helada. No fue ningún error, tres personas no te violan por error. Como si hubiera sido producto de algún estúpido que lo hizo, como si no lo hubieran utilizado como método”, enfatizó.

El testimonio en el juicio a Brusa fue demoledor. Y también un alivio para Silvia. “Fue terrible, estar presa, mi hermano preso, todos los compañeros de Rafaela presos. Allá éramos pocos, pero hubo también gente comprometida”, afirmó. Cuando salió en libertad, cuando empezó la relación sentimental con Destéfanis, si bien nunca retomó la militancia política, sí trabajó en los organismos de derechos humanos. “Nos costó un montón, siempre hicimos actos para el 24 de marzo, siempre asumimos quiénes éramos. Esto, en una ciudad tan reaccionaria, tiene un costo bastante grande. Pero las nuevas generaciones van cambiando. No está todo perdido. Nos costó marcar nuestra identidad, porque acá hay más cosas que perder, es una ciudad chica. Nosotros vivimos de nuestro comercio, entonces siempre te cuestionás. Pero hubo algo que supera todo, fue como un sacerdocio”, relató sobre el camino que llevaron en su ciudad.

Y después de muchos años de espera, pudo declarar frente a un tribunal. “Desde la última vez que declaramos, en la etapa de instrucción, no veía la hora de que fuera el juicio. Te remueve todo el pasado, tenés un poco de nerviosismo por el lugar en el que estás, muy expuesta, pero sentís que le das un poquito de cierre a la historia”, afirmó.



Silvia Suppo: puñaladas
Por reenvìo lavaca.org - Tuesday, Mar. 30, 2010 at 9:53 AM



“Tenemos que ser muy cautelosos. Si fue un robo, no podemos estar alarmando a otros testigos. Y si fue un asesinato cometido por su rol como testigo de causas por los derechos humanos, no podemos estar hablando de un delito común”. Así definió Ana Oberlin, abogada de la agrupación H.I.J.O.S de Rosario, sus impresiones con respecto al crimen de Silvia Suppo, 51 años, testigo crucial en el juicio de 2009 que condenó por primera vez a un juez federal, Víctor Brusa (junto a un grupo de tareas) por delitos de lesa humanidad.



Silvia Suppo fue apuñalada en su comercio del centro de Rafaela este lunes 29 de marzo a las 10 de la mañana. La abogada Oberlin, que lleva adelante otras causas por violaciones a los derechos humanos, sostuvo en conversación con lavaca: “Hasta ahora la información que tenemos de fuentes policiales que consideramos confiables, indica que puede haber sido efectivamente un robo, y que están cerca de saber quién pudo haberlo cometido. Pero aún en ese caso, y más en un lugar como Rafaela, no se explica el homicidio ni el ensañamiento”.

Secuestro, violación y embarazo

En 1977 Silvia Suppo fue secuestrada y violada por los grupos de tareas de Santa Fe. Tenía 17 años. Como consecuencia de las violaciones quedó embarazada, y los represores le practicaron un aborto “para subsanar el error”, según le dijeron. En 2009, relató su caso ante el Tribunal Oral Federal, y su testimonio fue clave para lograr la condena de todo un grupo de tareas, y la del primer juez federal condenado por violaciones a los derechos humanos, Víctor Brusa.

“Las doce puñaladas ponen en jaque la posibilidad de robo. Además, la asesinaron en una zona céntrica y ocurrió a las 10, un horario en el que pasa gente”, dijo Oberlin. Algunos medios en cambio informaron que fueron tres las puñaladas, lo que de confirmarse no cambiaría el fondo de la cuestión. ”Por lo que sabemos Silvia tenía un trabajo social importante, en diversos barrios, y eso abre la hipótesis de que haya reconocido a alguien que, por esa misma razón, decidió atacarla”.

Una nueva causa

Suppo fue una de las mujeres que testimoniaron en la causa que condenó al ex juez federal Víctor Brusa a 21 años de prisión por los delitos de privación ilegítima de la libertad agravada, vejaciones, apremios ilegales, coacción y tormentos ocurridos tras su secuestro y reclusión en el campo clandestino de concentración conocido como La Casita, cerca de Santo Tomé.

Corría marzo del 77 y Silvia tenía 17 años cuando fue secuestrada junto a su hermano, Rogelio, y un amigo, Jorge Destéfani, que luego sería su esposo. (Meses antes, en enero, los grupos policiales habían secuestrado a su entonces pareja, Reinaldo Hattemer con quien planeaba casarse). Suppo permaneció en cautiverio en la Comisaría Cuarta de Santa Fe y en el centro clandestino de detención ”La Casita” (de la menos aniñada Guardia de Infantería Reforzada), donde fue violada en diversas ocasiones y quedó embarazada. Luego se le practicaría un aborto, a cargo de la entonces carcelera policial María Eva Aebi.

Según consta en su declaración, Suppo identificó a Mario Facino como jefe de la comisaría donde estuvo secuestrada, y a Juan Perizotti como cabecilla de la Guardia de Infantería Reforzada.

A raíz de estas identificaciones y del detallado testimonio de violaciones y torturas, el Tribunal Oral Federal de Santa Fe condenó a 23 años de prisión a Héctor Colombini y Eduardo Ramos, jefe de la Dirección de Drogas Peligrosas y policía respectivamente; dispuso 22 años para Perizotti, 21 a Brusa, 20 a Mario Fascino, ex jefe del Comando Radioeléctrico de Santa fe y de la comisaría cuarta; y 19 años a la carcelera María Eva Aebi.

Pero además, Silvia impulsaba una nueva causa, como querellante y testigo de la causa por la desaparición de Reinaldo Hattemer, su pareja en aquel 1977. Reinaldo continúa desaparecido y Suppo era la única que llevaba los hilos de la causa.

En diálogo con la radio La Voz de las Madres, Lucila Pullol, de la agrupación HIJOS, reconstruyó la secuencia del asesinato: “Sabemos que entró una persona al negocio que ella tiene delante de su casa, cerró la puerta, la llevó atrás y apuñaló”. En tanto, la policía santafesina investigó el local (Siempre cuero) y registró la falta de artículos de oro y plata que allí se vendían. En ello se fundamenta la teoría del robo.

Pullol planteó al mediodía la hipótesis inversa: “Mientras no lo tengamos claro, para nosotros es un asesinato por sus declaraciones en las causas por crímenes de lesa humanidad”. ¿En qué se fundan las sospechas? Pullol: “Hemos tenido muchas amenazas e intimidaciones, pero siempre las denuncias se terminan relativizando. Esta vez no queremos permitir que se diga livianamente y antes de conocer detalles que esto ha sido un hecho común”.

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