sábado, 13 de febrero de 2010

Haití: La solidaridad debajo de los escombros


Para los gobiernos imperialistas, lo que menos importa es la suerte del pueblo haitiano

Escribe: Cecilia Toledo


No sólo piedras y ladrillos se desplomaron sobre la cabeza de los haitianos en Puerto Príncipe. No sólo casas y edificios se vinieron abajo, dejando miles de muertos y enterrados. Después del temblor de tierra que duró sólo algunos segundos, la furia de la naturaleza fue substituida, con ventaja en materia de violencia y estragos, por la furia del gran capital y la ganancia de las grandes multinacionales imperialistas, que probablemente va a durar unos diez años.

Garantizado por los cascos azules de la ONU y los cascos verdes de los marines americanos, armados con la última palabra en pertrechos de guerra, el gran capital multinacional ya comenzó la rapiña. Mientras el mundo entero corre para recaudar millones en ayuda humanitaria (se calcula que ya se han recaudado mil millones de dólares) , los gobiernos imperialistas actúan como cuervos para ver quién consigue sacar más ventajas del terremoto.

El imperialismo ya anunció un "Plan Marshall" para Haití. Liderado por Estados Unidos, el Plan Marshall fue el plan de reconstrucción de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, uno de los más corruptos de que se tiene noticia. Pasó a la historia como "una gran ayuda humanitaria" para los países devastados por la guerra pero, en verdad, sirvió para afirmar la nueva hegemonía de EE.UU en Europa y en el mundo. Además, abrió una pelea feroz entre las empresas contratistas para ver quién lucraba más con todo aquello.

Lo mismo va a ocurrir en Haití. Los EE.UU. se aprovechan del terremoto para poner sus tropas en el control directo del país y para canalizar para sus empresas la reconstrucción del país que deberá involucrar grandes empresas contratistas y presupuestos millonarios por muchos años.

El trabajo de reconstrucción empieza justamente después de la "fase urgente", cuando los ojos del mundo ya no estén más centrados en Haití. Es el momento en que surge un ambiente propicio a la corrupción, al desvío de subsidios, la falta de control sobre la forma cómo las empresas van a trabajar, el tipo de material que van a usar, si la reconstrucción será hecha de acuerdo con los intereses y las necesidades de la población más pobre o según los deseos de los ricos y millonarios.

No es la primera vez que eso acontece. La ONG Trasparencia Internacional cita el caso de la reconstrucción de la Provincia de Aceh, en Indonesia. Seis años después del tsunami, miles de víctimas todavía viven bajo tiendas porque sus casas, reconstruidas por una empresa contratista norteamericana, se derrumbaron poco después de ser construidas. La Empresa contratista debería haber construido las casas sobre cimientos de, al menos, 60 centímetros, pero entregó las estructuras de madera apoyadas superficialmente sobre piedras.

En las grandes fatalidades, los mecanismos de control sobre las empresas contratadas acaban quedando en un segundo plano y ellas se aprovechan de eso. La disputa se está calentando. Brasil ya criticó los EEUU por intenten liderar el plan de reconstrucción. Porque los norteamericanos llegaron primero y las empresas contratistas brasileñas, como Camargo Correa y la Odebrecht, están con la vista puesta en los grandes negocios que Haití promete de aquí en delante.

De uno de los países más pobres del mundo, Haití se transformó en una verdadera mina de buenos negocios para empresas de todo tipo: aeropuertos, puertos, hospitales, escuelas, viviendas, infraestructura urbana, red de saneamiento básico, energía eléctrica, sistema de transportes. En fin, un paraíso para quien acabó de pasar por una crisis de superproducción y necesita invertir con urgencia.

Mientras tanto, el pueblo de Haití continúa luchando por todo: desde un plato de comida a la vivienda y atención sanitaria. Todas las mínimas condiciones de vida están en quiebra. No se consigue saber que está siendo hecho con lo que fue recaudado en todo el mundo, una cuantía más que suficiente para resolver los problemas urgentes de la población afectada por el terremoto, como la construcción de abrigos, la distribución de comida y agua, medicamentos y hospitales. Esos problemas persisten y se agravan cada día, y la ayuda que llega es ínfima. Según la ONU, menos de 25% de las personas afectadas por el terremoto recibieron algún tipo de ayuda hasta ahora.

Los periódicos informan que los vuelos que llevaban heridos haitianos para Estados Unidos están suspendidos hace días. Fue una decisión política del gobierno norteamericano, tomada en razón de la falta de acuerdo sobre quien pagará la cuenta por el traspaso y tratamiento de los haitianos. El gobernador de Florida, Charlie Christ, quiere dividir los costos y la Casa Blanca alega que tomó la decisión "porque no hay más espacio" en la red hospitalario del Estada para tratar nuevas víctimas del terremoto.

Pregunta: ¿donde están los millones de dólares recaudados? Hasta los artistas de Hollywood (Julia Roberts, Brad Pitt, Angelina Jolie, entre otros famosos) hicieron una maratón de telemarketing pidiendo ayuda para Haití y recaudaron millones. ¿Dónde fue a parar ese dinero?

"Tengo al menos cien pacientes que morirán en un o dos días si no fueren llevados para EEUU", dijo Barth Green, médico de la Universidad de Miami. Más de 1 millón de personas están sin abrigo, durmiendo en la calle, en medio de los escombros. Pero en vez de socorrerlas con la enorme ayuda humanitaria ya recaudada, la ONU anuncia que va a construir campamentos para ellas, bien distantes del centro de Puerto Príncipe. Es una forma de mantener los sobrevivientes alejados, imposibilitados de protestar y, mucho menos, de participar de las decisiones que están siendo tomadas por el gobierno y por el imperialismo.

La realidad demuestra [cabalmente] que para las grandes potencias, lo que menos importa es el pueblo de Haití. El terremoto les trajo buenas oportunidades de negocios, mucho más lucrativos que quedar distribuyendo comida y agua a los heridos. El presidente norteamericano Barack Obama se aprovechó de la tragedia para promoverse. Hizo discursos inflamados pidiendo la solidaridad de todos los países pero, a la vez, suspendió los vuelos de Haití a EEUU, dejando miles de personas, que necesitan de una atención hospitalaria especial, al borde de la muerte. La Guardia Costera de EE.UU. tiene instrucciones de reprimir duramente cualquier intento de los haitianos de llegar a las costas estadounidenses.

Incluso después del terremoto, que mató casi 200.000 personas, continúa en vigor la política imperialista de dominación colonial de Haití. La misma política que llevó al saqueo sistemático del país durante años y a las sangrientas y corruptas dictaduras de los Duvalier, bajo cuyo manto las empresas capitalistas multinacionales succionaron hasta el hueso las riquezas y la mano de obra haitiana. Con sus tonton macoute asesinos, esos gobiernos, apoyados por el imperialismo, trataron durante años el pueblo de Haiti como si fuesen animales.

Es lo que continúa ocurriendo. Los EEUU y otras potencias imperialistas están pisoteando y haciendo letra muerta la autodeterminación del pueblo haitiano. Un ejemplo cabal es el robo de niños que está ocurriendo. La Justicia haitiana acaba de procesar a diez norteamericanos por secuestro de menores. El grupo fue preso cuando intentaba cruzar la frontera con la República Dominicana, llevando 33 niños haitianos, de entre 2 meses y 12 años. Miembros de una ONG religiosa de EEUU, el grupo estaba literalmente robando a los niño, ya que no tenía los papeles necesarios para la adopción. Sin hablar que algunas madres haitianas reclamaron sus hijos días después del terremoto y acusaron al grupo religioso de haber llevado los menores con la promesa de devolverlos minutos después. El grupo alegó que eran "huérfanos", pero el gobierno haitiano confirmó que todas los niños tenían familias que sobrevivieron al terremoto.

Lo que dijimos en el Correo Internacional de enero se confirma (ver http://www.litci.org/CorreioES.aspx?COR_ID=227). En ese juego de fuerzas, quien queda en último plano es el pueblo de Haiti, doblemente sacrificado: por el terremoto y por los intereses imperialistas. Tanto la Minustah como los gobiernos imperialistas están más preocupados en controlar militar y económicamente Haití, para transformarlo en una colonia, que con las condiciones de vida del pueblo haitiano.

Por ello, los trabajadores y las organizaciones populares deben asumir un papel destacado. Son ellos los que deben controlar la ayuda humanitaria, intentando romper el bloqueo de la ONU, la Minustah y otras organizaciones del imperialismo que controlan todo e impiden que la ayuda llegue a la población más necesitada. Hay que lograr que los trabajadores organizados controlen la ayuda humanitaria, construyendo abrigos, organizando cocinas comunitarias, puestos de salud populares para los primeros socorros a las víctimas y, sobre todo, creando organismos de autodefensa contra la represión, la violación de las mujeres y contra el robo de niños.

Pero tarea tan grande no puede quedar sólo en las manos de los trabajadores haitianos, profundamente afectados por el terremoto. Hay que lograr que la clase trabajadora mundial muestre su fuerza, se movilice y ayude a recaudar fondos, que deben ser destinados directa y únicamente a las organizaciones populares de Haití, entre ellas Batay Ouvriere (Batalla Obrera).

Hay que seguir las huellas de la Conlutas, aquí en Brasil, cuya campaña ya recaudó más de 50.000 dólares de los sindicatos para enviar a los trabajadores de Haití. ¡Solidaridad sí, ocupación militar no! Lo que dijo Marx hace dos siglos (la liberación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores), vuelve a confirmarse con toda su fuerza. No tenemos ninguna duda: si alguna esperanza de vida todavía resta a los sobrevivientes del terremoto, ella está en las manos de las organizaciones populares y de los trabajadores de Haití y de todo el mundo.

www.litci.org

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