domingo, 15 de noviembre de 2009

La Caída del Muro de Berlín por Carmen Carrasco

Histórico triunfo de la clase obrera
enorme costo imperialista


El 9 de noviembre de 1989, tras un mes de intensas movilizaciones en la República Democrática Alemana (RDA), cayó el Muro de Berlín, una aberración burocrática y totalitaria que durante 28 años partió la ciudad en dos, sellando la reunificación de Alemania y de su poderosa clase obrera, dividida al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Veinte años después, ¿Cuál es el balance? ¿Fueron acontecimientos positivos para los trabajadores? ¿O fueron grandes derrotas?
A fines de los años ochenta, la desintegración acelerada del sistema soviético abrió las compuertas de la revolución alemana (ver artículo). Cuando el régimen húngaro, que ya había perdido el control de la situación, liberó en julio de 1989 los controles para pasar a Occidente, más de 250.000 ciudadanos de la RDA pasaron a la República Federal Alemana (RFA).
Los que no alcanzaron a llegar a Hungría, se refugiaron en las embajadas en Checoslovaquia y Polonia. Ante la presión popular, el gobierno del Partido Socialista Unificado (SED) de Erich Honecker, permitió emigrar a los que quisieran, quitándoles la ciudadanía, para que no pudieran volver.
En octubre, la movilización popular fue creciendo. El día 8, Honecker celebraba el 40 aniversario de creación de la RDA con un invitado de lujo, Mijail Gorbachov, presidente de la Unión Soviética. Mientras tanto, 20.000 personas se enfrentaban con la policía en Leipzig y 30.000 en Dresde. En la tribuna, un dirigente comunista polaco le preguntó a Gorbachov si entendía alemán. Gorbachov le contestó: “Lo suficiente para entender lo que están gritando en la calle”. El polaco le dijo al oído: “Es el fin”.
El lunes siguiente, ya eran 70.000 manifestantes. En todas las ventanas se encendían velas, como señal de apoyo. El 16 de octubre, 150.000 personas, la tercera parte de la población de Leipzig, salieron a la calle mientras los obreros dejaban de trabajar para sumarse. Todos gritaban: “Somos un pueblo”. El 18 de octubre, en once minutos, el Comité Central destituyó a Honecker.

Cae el Muro

Las movilizaciones no se detuvieron y el régimen tuvo que ceder. El 9 de noviembre de 1989, Gunter Schabovski, portavoz del Politburó, anunció en una rueda de prensa que se levantaban las restricciones para viajar a occidente. Un periodista le preguntó desde cuándo. Aunque la instrucción iba a ser válida solo a partir del día siguiente, Schabovski leyó a las apuradas y contestó: “Inmediatamente”. El oficial al mando del puesto de control no supo qué hacer cuando la gente empezó a agolparse alrededor, y como nadie le contestaba por teléfono, abrió el paso hacia el oeste.
Miles cruzaron al otro lado, donde se reencontraron con sus familias y amigos, y festejaron con cervezas y bananas. En los días siguientes, los alemanes emprendieron la tarea de derribar el Muro con sus manos, imponiendo en los hechos la unificación del país.

Un triunfo nacional, democrático y de la clase obrera


El 3 de octubre de 1990, un año después, Alemania se unificó oficialmente, convirtiéndose en un país de más de 80 millones de habitantes, volviendo a ocupar su lugar como el principal país del continente.
Este fue un triunfo democrático y nacional, porque permitió reunificar a la nación alemana. Pero, como decía Nahuel Moreno, el verdadero objetivo de la partición “fue dividir al proletariado, para evitar que retomara su tradición histórica que lo hacía el más organizado del mundo y el de mayor tradición marxista”. Por eso, la unificación fue un colosal triunfo de la clase obrera de Marx, Engels y Rosa Luxemburgo. “Cuando el proletariado alemán retome su lugar de vanguardia, tendrá que sintetizar y será el centro del proceso de la revolución socialista europea”, escribió Moreno , y eso fue lo que empezó a suceder a partir de 1989.
Un amplio sector de la izquierda y del trotskismo opina que la unificación de Alemania fue una importante derrota. O que hubo un triunfo seguido de una derrota. Estarían más cómodos viviendo con el Muro y su pedacito de “socialismo”, con los micrófonos ocultos en la bañadera.Pierden de vista que la revolución socialista en Alemania era imposible con un país dividido con parte de su clase obrera escondida tras un muro, y que la unificación del proletariado alemán es una precondición para luchar por un gobierno de los trabajadores.

Un triunfo con un alto costo para la burguesía alemana y europea


Por esta razón, la burguesía alemana y europea están pagando un alto costo por la unificación. Ciertamente, la unificación significó la privatización de todas las empresas de la RDA, la pérdida de enormes conquistas de los trabajadores, la aparición de la desocupación, que llegó al 20%, el doble que en el occidente.
Pero para impedir que la revolución contagiara al oeste, los capitalistas tuvieron que otorgar enormes concesiones. En primer lugar, los sindicatos occidentales se trasladaron de inmediato al este, para impedir que la presión de los trabajadores recién llegados bajara las remuneraciones en todo el país, e impusieron de entrada altos salarios, jubilaciones y subsidios al desempleo, extendiendo así las enormes conquistas de los obreros de la RFA. Aunque todavía existe una diferencia, los salarios pasaron de 34% en 1990 a 79% en 1995, mientras que la productividad no subió.
Para responder a las crecientes demandas de los “ossies”, el gobierno se vio obligado a cambiar los devaluados marcos de Alemania del Este, por los valiosos marcos de Alemania Occidental, a razón de 1x1, y realizó enormes transferencias de dinero en forma de subsidios: entre 1991 y 2003, Alemania gastó del 4 al 5% de su Producto Nacional Bruto en subsidios al este, cuando el crecimiento de su economía estuvo muy por debajo de esta cifra, llegando a ser negativo en 2008 y a caer 5% en 2009. Son cerca de 80.000 millones de euros al año, 5000 euros por habitante. La revista Der Spiegel calcula que, entre 1991 y 2003, se transfirieron al este 1.24 billones de Euros, más del doble de la deuda externa latinoamericana, para una población de 16 millones.
Gracias a esta enorme ayuda, el producto nacional por habitante de Alemania del Este, que era un 49% del occidental en 1991, subió a 67% en 1995, pero los ingresos disponibles subieron aún más y llegaron al 81.83% por cabeza.
Para cubrir estas erogaciones, el gobierno subió los impuestos y aumentó la deuda, que pasó del 41,8% del PNB en 1989 a 64.2% en 2003, generando un déficit fiscal de alrededor del 3%. Con Alemania, motor de la economía capitalista europea, atragantada con este bocado, el viejo continente se fue estancando, aun antes de la crisis de 2008.
“Nunca antes una región recibió semejante apoyo en su camino al capitalismo, pero el experimento no funcionó”, escriben Dennis J. Snower y Christian Merkl, del Instituto Kiel para la Economía Mundial. Los investigadores se preguntan qué anduvo mal (desde el punto de vista de los capitalistas, por supuesto), y responden: “la mano cuidadosa que paraliza”, es decir, la multimillonaria subvención del occidente.
Por eso, veinte años después, 4 de cada 10 empresarios y políticos alemanes, piensan que la economía del país hubiera estado mejor sin la unificación, según una encuesta del Instituto Allenbach

Quién paga la cuenta

Desde 1989, los sucesivos gobiernos burgueses quieren pasar la factura de la unificación a los trabajadores de todo el país: han aumentado la productividad, recortado muchas conquistas sociales y provocado un aumento la pobreza, que llega al10% en sus zonas más prósperas, 20% en los viejos Lander del este y en algunas franjas de occidente, y que afecta al 36% de los niños berlineses. El poder de compra de los salarios era en 2006, igual al de veinte años antes, pues los impuestos aumentaron 66% mientras que los salarios solo subieron 48%, al tiempo que la inflación de los últimos años casi duplica los aumentos salariales.
La clase obrera no mira con los brazos cruzados, como lo demuestran las huelgas de metalúrgicos, ferroviarios, transporte, automotrices, estatales, y la huelga de la Opel, que estalló el 5 de noviembre, días antes del aniversario. Los trabajadores están enviando un mensaje: continuarán la lucha iniciada veinte años atrás, unidos como un solo puño.

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