martes, 6 de octubre de 2009

Editorial: Para frenar la ofensiva de las patronales y el gobierno kirchnerista -www.convergenciadeizquierda.org-

Hacen falta más asambleas,unidad y coordinación de las luchas

Mientras Cristina se arrodillaba a los pies del imperio, abrazándose con el presidente de los EE.UU. Barack Obama, la policía de la provincia de Buenos Aires cumplía sus órdenes y las de la embajada yanky, reprimiendo salvajemente a los trabajadores de Kraft Food - en su mayoría mujeres - custodiando celosamente los intereses de la multinacional norteamericana.


Las grandes patronales, que son las que ordenan la “agenda política”, necesitan derrotar a la clase obrera para que pague los platos rotos de la crisis que provocaron los capitalistas. La única manera de lograrlo es frenando el actual proceso de ascenso de las luchas, que se ha incrementado a nivel nacional debido al aumento del costo de la vida, los despidos y la superexplotación.

Para avanzar en ese sentido los patrones, los funcionarios del gobierno y los políticos de la “oposición” tienen en estos días un gran punto de acuerdo: escarmentar a los obreros de Kraft y a su comisión interna, mostrándole al conjunto de los trabajadores y el pueblo que les pasará a quienes se animen cuestionar los despidos, los techos salariales, los tarifazos y la prepotencia patronal.

Sin embargo, más allá de esta embestida empresarial y gubernamental, no han podido frenar las luchas, las cuales, junto con la bronca, se han incrementado muchísimo, como lo advierten los propios conductores de la Unión Industrial Argentina (UIA), que declararon que “crece peligrosamente la conflictividad social…” una manera de decir que temen nuevas explosiones como la de 2001.

A diferencia del máximo dirigente del Sindicato de la Alimentación - Rodolfo Daer - y de los secretarios generales de la CGT y CTA, que entregaron la lucha de Terrabussi sin mover un solo dedo, millones simpatizan con la pelea de sus empleados. Por eso, a pesar de las “encuestas” que dicen otra cosa, casi nadie protestó contra los piquetes y las marchas solidarias que se realizaron durante estos últimos días.

Es que el conjunto del pueblo se siente hermanado con la causa de los empleados de Kraft porque ganan los mismos sueldos miserables y sufren idénticas consecuencias, producidas por el aumento vertiginoso del costo de vida. Millones simpatizan con esa lucha porque no quieren volver a sufrir la desocupación y la miseria del 2001.

La mayoría se identifica con quienes pelean por la defensa de sus puestos de trabajo y condiciones laborales, pero además está dispuesta a luchar. Por eso mientras la policía ocupaba las instalaciones de Kraft, miles de docentes de la provincia de Buenos Aires protagonizaban un paro histórico, pasando por encima de todas las conducciones gremiales que supuestamente los representan (ver nota).

Al tiempo que la gendarmería - armada hasta los dientes – custodiaba la Panamericana para evitar nuevos cortes de ruta, los capitanes de los barcos sostenían un paro durísimo, que culminó con un importante triunfo y los trabajadores de la salud de Tucumán continuaban la huelga de los hospitales, que vienen cumpliendo desde hace más de cinco meses…

Estos conflictos forman parte de una oleada de huelgas, como las que hicieron, o están realizando, los trabajadores metalúrgicos, los petroleros de Santa Cruz, Chubut y Neuquén, los empacadores de fruta, los portuarios, los estatales y docentes de Tucumán, Río Negro, Jujuy, Catamarca, Entre Ríos, Córdoba y otras provincias, etc.

La tarea de los luchadores pasa por rodear de solidaridad a los compañeros y compañeras de Kraft y de cada uno de los conflictos que recorren la geografía nacional; impulsando todo lo que sea necesario para ganar, como el fondo de huelga, la coordinación y visita a las empresas del mismo gremio o de la zona, las asambleas y plenarios de delegados, los festivales, los piquetes de autodefensa, las comisiones de solidaridad, etc.

Para avanzar hay que sacar conclusiones de las batallas que se vienen desarrollando, valiéndose de todas las herramientas y tácticas con las que cuenta el movimiento obrero argentino en su larga historia. Hay que aprender a pegar fuerte cuando las circunstancias lo permitan, pero también a retroceder cuando sea necesario, evitando caer en las provocaciones o las trampas patronales y burocráticas.

La mejor lucha es la que se gana, para lo cual debe ser asumida democráticamente por la base y contar con la más amplia solidaridad y posibilidades de extensión; como hicieron los petroleros de la provincia de Santa Cruz o los petroquímicos de Bahía Blanca, que triunfaron apoyándose en masivas asambleas, las tareas de solidaridad y coordinación y los piquetes de autodefensa.

Toda pelea que se aísla, como pasó con el Casino, Jabón Federal, Maffissa y otras, conduce a derrotas. Por eso junto con el impulso y el apoyo a todas las huelgas se vuelve cada vez más necesario poner en marcha una nueva dirección obrera combativa y democrática que sepa apoyarse en las experiencias más avanzadas y saque conclusiones positivas de los errores cometidos.

Hace falta una nueva conducción obrera que se apoye en la decisión de las bases y el respeto a las resoluciones de las asambleas y los plenarios de delegados (con mandato) y apueste a construir la unidad necesaria para que triunfe cada una de las batallas parciales. Una dirección que empuje e imponga desde esas asambleas y plenarios de delegados el Paro Nacional para derrotar el plan de ajuste de los Kirchner y los monopolios.

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